jueves, 10 de septiembre de 2015

LECTURAS SOBRE DERECHOS HUMANOS

LECTURAS SOBRE DERECHOS HUMANOS
El desperdicio de alimentos en un mundo hambriento



La mitad de la comida que se desecha alimentaría a mil millones de personas y erradicaría desnutrición.
Por:  Bjørn Lomborg 
Una de cada nueve personas del planeta (795 millones en total) sigue acostándose hambrienta.
Una cuarta parte de toda la comida del mundo se pierde todos los años, por recolecciones deficientes, almacenamiento inadecuado y desperdicio en las cocinas. Si se redujera a la mitad ese despilfarro, el mundo podría alimentar a 1.000 millones de personas más y convertir el hambre en una cosa del pasado. (Lea también: La difícil tarea de fotografiar los rostros de la pobreza en el mundo)
La magnitud de la pérdida de comida resulta particularmente mortificante a la vista de un nuevo estudio mundial sobre la seguridad alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Según la FAO, 57 países en desarrollo no han logrado el objetivo de desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la proporción de personas hambrientas en este año. Una de cada nueve personas del planeta (795 millones en total) sigue acostándose hambrienta.
Naturalmente, también ha habido avances notables: en los 25 últimos años, el mundo ha alimentado a dos mil millones más de personas y, pese a los cincuenta y siete fracasos, el mundo en desarrollo en conjunto casi ha reducido a la mitad su tasa de hambre, pero el imperativo es el de mantener los avances: de aquí al 2050, la demanda de comida casi se habrá duplicado. Una razón es la de que, a esas alturas, el mundo tendrá otros 2.000 millones de bocas que alimentar; una segunda razón será el apetito en aumento de una nueva clase media en repentino ascenso.
En este momento, las Naciones Unidas están examinando 169 nuevas metas de desarrollo que sucederán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (el hambre es una de ellas). Dichas metas revisten importancia decisiva, porque determinarán cómo se gastarán los más de 2,5 billones de dólares para el desarrollo: desde el cambio climático hasta el paludismo. (Vea en imágenes:Vivir con un dólar diario, los rostros de la pobreza en el mundo)
Así, pues, mi grupo de estudios, el Centro del Consenso de Copenhague, pidió a sesenta equipos de economistas de primera que averiguaran cuáles de las metas propuesta serán más beneficiosas y cuáles no. Nuestra investigación sobre la seguridad alimentaria muestra que hay formas idóneas de alimentar a muchas más personas del planeta, pero tienen poco que ver con las campañas contra el desperdicio que se ven en la mayor parte del mundo rico.
En el mundo rico, la atención se centra en la comida desperdiciada por los consumidores. Tiene sentido; más de la mitad de las pérdidas en el mundo rico se producen en las cocinas (fundamentalmente, porque podemos permitirnos ese lujo).
En Gran Bretaña, por ejemplo, la pérdida mayor es en ensaladas, verduras y frutas, auténticos lujos comparados con las calorías baratas que contienen los cereales y los tubérculos consumidos en todo el mundo en desarrollo. Los hogares más pequeños de los países ricos desperdician más por persona, porque resulta más difícil usarlo todo, mientras que los hogares más ricos aumentan el desperdicio, al poder permitirse el lujo de comprar más de la cuenta ‘por si acaso’. (Lea también: Diariamente una persona desperdicia un tercio de la comida que sirve)
En cambio, los pobres hambrientos del mundo desperdician muy poco, simplemente porque no pueden permitirse el lujo de no hacerlo. En África, el desperdicio diario de comida por término medio es de 500 calorías por persona, pero solo el cinco por ciento de esa pérdida corresponde a los consumidores. Más de tres cuartas partes del desperdicio se produce mucho antes de que la comida llegue a las cocinas, con una agricultura ineficiente, porque las aves y las ratas comen las cosechas durante la recolección, por ejemplo, o las plagas echan a perder los cereales almacenados.
Hay muchos remedios para esa clase de desperdicio: desde la curación de las raíces y los tubérculos hasta una refrigeración más cara, pasando por la reducción al mínimo de los daños. Entonces, ¿por qué no se adoptan esas tecnologías –ampliamente utilizadas en los países ricos– en el mundo en desarrollo?
La respuesta es la falta de infraestructuras. Si no hay unas carreteras adecuadas para comunicar los campos con los mercados, los agricultores no pueden vender fácilmente sus productos agrícolas excedentes, que se pueden estropear antes de que se coman. La mejora de las carreteras y los ferrocarriles permite a los agricultores llegar hasta los compradores y los fertilizantes y otros insumos agrícolas hasta los agricultores. Un suministro fiable de electricidad permite secar los cereales y mantener frescas las verduras.

Una de cada nueve personas del planeta (795 millones en total) sigue acostándose hambrienta.
Los economistas del Instituto Internacional de Investigaciones sobre las Políticas Alimentarias calculan que el costo total de reducir a la mitad, aproximadamente, las pérdidas posteriores a la recolección en el mundo en desarrollo ascendería a 239.000 millones de dólares en los 15 próximos años y produciría unos beneficios que ascenderían a más de tres billones de dólares, es decir, 13 dólares de beneficios sociales por cada uno de los dólares gastados.
Así, la comida sería más asequible para los pobres. De aquí al 2050, unas infraestructuras mejores permitirían que 57 millones de personas –más que la población actual de Sudáfrica– dejaran de correr el riesgo de pasar hambre y unos cuatro millones de niños dejaran de padecer malnutrición. La mayoría de esos beneficios se darían en el África subsahariana y en el Asia meridional, las regiones más desfavorecidas del mundo.
Pero hay una inversión aún mejor. Si nos centráramos en mejorar la producción de comida en lugar de tan solo prevenir las pérdidas de ella, podríamos triplicar los beneficios económicos e incluso lograr reducciones mayores en el número de personas con riesgo de pasar hambre. (Además: Bogotanos botan a la basura la mitad de la comida que compran)
Actualmente, solo se gastan 5.000 millones de dólares al año en investigaciones para mejorar los siete cultivos mundiales más importantes y tan solo una décima parte de ellos va destinada a ayudar a los pequeños agricultores de África y Asia. La inversión de 88.000 millones suplementarios en investigación e innovación agrícolas durante los quince próximos años aumentaría las cosechas en un 0,4 por ciento suplementario al año.
Puede parecer poco, pero la reducción de los precios y las mejoras en la seguridad alimentaria ayudarían prácticamente a todo el mundo. Representaría casi tres billones de dólares de bienes sociales, es decir, la enorme cifra de 34 dólares de beneficios por cada uno de los dólares gastados. (Lea aquí: Al año se desperdician 1.300 millones de toneladas de comida: FAO)
El del hambre es un problema complejo, exacerbado por presiones financieras, precios inestables de los productos básicos, desastres naturales y guerras civiles, pero, si invirtiéramos simplemente en la mejora de infraestructuras y la investigación e innovación agrícolas, podríamos dar un enorme paso adelante hacia la victoria en la campaña contra la malnutrición.



Andrés Hurtado García



Estoy hasta aquí...
Nadie habla de los deberes y por eso estamos como andamos. No sé de dónde sacan tantos derechos de los niños.
Estamos hasta aquí (llévese el lector la mano al cuello) de menores infractores, ladrones, asesinos y delincuentes. He escrito muchas veces sobre el tema y me siento solo en este empeño entre los escritores de opinión. Todos, desde las ‘Onus’, las ‘Unescos’, los gobiernos, las iglesias, las universidades, las academias, los escritores, los psicólogos despistados y, por supuestísimo, los padres de familia, todos hablan de los derechos de los niños. Todos andan despistados, lo siento. Nadie habla de los deberes y por eso estamos como andamos. No sé de dónde sacan tantos derechos de los niños, hablan de 44. ¡Dios mío! Bueno, en gracia de la discusión les acepto todos esos derechos, pero, por favor, estrújense la cabeza, los sesos, el cacumen, para inventarse un solo deber, uno solo, un debercito siquiera.

Podría llenar no solo esta columna de opinión, sino varias, con solo titulares de prensa de los últimos años y meses sobre la delincuencia de los menores. Y podría hacerlo porque los colecciono; como soy educador, el tema me compete, me apasiona y me involucra y debería involucrarnos seriamente a todos en la sociedad. Me limitaré en este recuento a un solo periódico, EL TIEMPO.

‘85 menores detenidos cada día por delinquir’, titular de primera página del 23 de octubre del 2013 y sigue: ‘Un niño de 10 años quema la cara con gasolina a otro por no prestarle la cicla’. ‘Capturas de menores delincuentes continúan en ascenso’, dice la primera página del 2 de noviembre del 2013. Y se refiere al aumento en Bogotá, Barranquilla, Medellín y Cali y dice: ‘Los centros de reclusión no dan abasto’. Otra belleza de titular: ‘Una niña... pagó a dos compañeras de la escuela para que mataran a su madre’ (21 de noviembre del 2014). Sigamos con estas perlas maravillosas de niños atiborrados de derechos: ‘Menor de 12 años apuñaló a hombre en medio de atraco en TransMilenio’ (26 de febrero del 2015). ‘Video, así usan a los niños para robar en Antioquia’ (11 de marzo del 2015).

¿Qué pensarán de todo esto los re-superdespistados defensores de los 44 derechos de los niños? Termino este breve recuento con las perlas periodísticas de este mes de abril. ‘Menores en el delito, peligrosa bomba de tiempo’ (12 de abril del 2015). Todos son titulares de primera página de este diario, con letras ‘grandotas’. Este mismo 12 de abril, hace pues 16 días, así decía el periódico: ‘Cada hora, en promedio, son capturados 73 en el país’. En foto de portada se lee: ‘El ICBF dice que en los dos últimos años 1.100 menores se fugaron de centros de reclusión’. Y en páginas interiores: ‘Cada 20 minutos arrestan a un menor’.

Y el más reciente titular fue del periódico virtual el 15 de abril: ‘Dos menores fueron heridas con arma blanca en colegios distritales’. Recuerden los lectores historias de profesores y rectores de colegios heridos o asesinados por menores de edad poseedores de 44 flamantes derechos.

¿Hasta dónde vamos a llegar, nos preguntamos todos? Yo tengo la respuesta: hasta donde nos lo permitan los intocables derechos de los niños. ¿Qué hacer? Tantas cosas. El Gobierno, con efectivos planes de mejoramiento social de condiciones de vida, alimentación, empleo, salud y educación. El Gobierno, desmontando los “derechos” casi omnímodos que los padres de familia tienen sobre los educadores, “derechos” que los autorizan a desacreditar a maestros, insultarlos y amenazarlos. Mineducación, que haga saber y cumplir que los menores no pueden hacer en los colegios lo que les venga en gana. Padres de familia que eduquen, reprendan y enderecen a sus hijos y que, además, les den ejemplo. Larguísimo etcétera... Todos debemos hacer algo y mucho. TODOS.



Los antivacunas y el complot universal




Por: Héctor Abad Faciolince
Desde hace casi 30 años, 1987, no había en España un solo caso de difteria. Y en Cataluña desde antes, desde 1983. Pero en este momento agoniza un niño de 6 años en un hospital de Barcelona.
Ojalá lo salven. Que un niño se enferme y muera parecerá muy normal, claro. Lo que pasa es que en este caso se trata de una enfermedad que se previene fácilmente con una o dos vacunas en la primera infancia. Y los padres de este niño en particular han declarado que se dejaron convencer por un movimiento creciente (y muy idiota) que hay en el mundo: el MAV, Movimiento Anti Vacunación. Según ellos, vacunar a los niños es innecesario, dañino, pernicioso.
Este tal movimiento tiene muchas caras y se presenta a veces como naturista (los niños deben crear anticuerpos por sí mismos, estimular las defensas, y las vacunas se lo impiden); otras veces mediante la difusión de miedos y mitos urbanos que no tienen bases científicas serias (las vacunas producen autismo); otros más lo envuelven en un ropaje de convicciones religiosas (no debemos oponernos con remedios a los designios de Dios); o también a través de descabelladas teorías de conspiración (la ciencia occidental ha sido creada para producir el mal e inocular enfermedades en las clases pobres y en los pueblos inocentes del sur).
Dirán que el caso español es aislado y no tiene importancia. No es así. Este caso es el síntoma de un problema creciente, no digamos en África ni en las partes más atrasadas de América Latina (donde la falla es que no se vacuna por falta de recursos), sino en el corazón de los países más desarrollados. Es ahí, precisamente, en Estados Unidos, en Alemania, en partes de Francia e Italia, donde algunas enfermedades que parecían casi desterradas incluso del vocabulario corriente contemporáneo están volviendo a crecer: sarampión, paperas, tos ferina... El oscurantismo, el fanatismo religioso y sobre todo el odio por la ciencia producen muerte.
Se calcula que la viruela (hoy erradicada de la tierra) alcanzó a matar unos 500 millones de seres humanos. Hasta hace 60 años la poliomielitis dejaba paralíticos a cientos de miles de niños en el mundo. Cuando yo empecé la primaria, tenía todavía compañeros con parálisis infantil, como también se le decía a la enfermedad. Pues resulta que hoy en día están renaciendo algunas enfermedades contagiosas gracias a estos movimientos tontos y fanáticos que esparcen la ignorancia bajo una apariencia de lucha por la libertad. Aquí los padecimos hace poco con la psicosis colectiva en contra de la vacuna del papiloma. Las vacunaciones disminuyeron y la explosión de mojigatería e ignorancia se va a pagar a largo plazo con más casos de cáncer uterino.
Señalaba hace un tiempo Moisés Wasserman, en El Malpensante, que lo grave de estos “antivaxxers” es que cuando se trata de grupos muy reducidos (pequeñas comunidades religiosas o de naturistas) el “efecto rebaño” todavía consigue que la enfermedad no se propague. La inmunización es tan buena que tolera algunas “manzanas podridas” no vacunadas. Si el 95% de la población es inmune al sarampión, la propagación de una epidemia es muy improbable en el pequeño porcentaje de las personas expuestas. Pero si hay un grupo creciente de niños y jóvenes no vacunados, y además estos entran en contacto (por viajes o inmigración) con poblaciones donde las vacunas se aplican con menos rigor, el riesgo es muy grande. Y es grande para todos, pues algunas vacunas van atenuando su efecto con el paso de los años. Un niño con difteria puede contagiar a los sesentones que se vacunaron hace decenios.
Al parecer uno de cada 750 mil vacunados contra la poliomielitis muestran efectos secundarios nocivos. En cifras tan irrisorias como esta se basan quienes detestan los “horrores de la modernidad” para elaborar sus teorías de conspiración de la nociva medicina occidental dedicada al “negocio” de vacunar. Ojalá no haga falta una epidemia para convencerlos de su estupidez.

Mientras su gato va al peluquero




Por: Daniel Samper Pizano

No todo es malo. En medio del deprimente estado de cosas descubro una buena noticia: los perros y los gatos de los barrios ricos de Bogotá ya pueden disfrutar de yacusi y masajes a domicilio. Dice una información de El Espectador (10-09-2009, p. 23) no identificada como publicidad que el PetMovil, nombre del servicio, está diseñado para las mascotas nerviosas que, cuando las llevan a embellecer, "optan por orinar y hacerse popó en diferentes rincones". A fin de evitarlo, este genial recurso desplaza a la residencia del animal "una camioneta acondicionada para ofrecer el servicio de spa, de baño y corte de pelo". Perros y gatos, señala el diario, "no se sentirán estresados" durante las dos horas del tratamiento, pues disfrutan de "ambiente climatizado, para que no sientan frío". Lo mejor es que "los propietarios también pueden participar en el ritual del baño".
Se me ocurre que los dueños de mascotas que los acompañan a los hidromasajes ("chorros de presión que salen cuando están en la tina") podrían entretenerlos leyéndoles la prensa del día. Por ejemplo: mientras el "veterinario y esteticista canino" lo jabona, el amo informa al "pet" que las cifras oficiales revelan el fracaso de la distribución social de la reciente bonanza económica. Al perro le interesará saber que la pobreza disminuyó cinco puntos en el último sexenio, pero la miseria subió dos en los últimos tres años. El gato, bajo el secador, se erizará al conocer que 46 de cada 100 colombianos se hallan en niveles de pobreza o indigencia.
Habrá que explicar al can que hoy, pese al crecimiento de la economía, hay más de 20 millones de colombianos pobres, sin contar a 4 millones más que luchan por sobrevivir en el exterior.
A estas alturas, es posible que el "esteticista canino" haya alcanzado la etapa en que -siempre según el informe de marras- se aplican "champús para los diferentes tipos de pelo: negro, café, rizado, rebelde, sin brillo, antialérgico...". Quizás convenga recordar a los animales que, como el coeficiente que mide la brecha entre ricos y pobres aumentó en Colombia, millones de gozques no disfrutan de las mismas prerrogativas que ellos. No hay cifras oficiales, pero con seguridad el índice Gini de mascotas es aún más dramático que el de personas.
Y antes de que los clientes de cuatro patas pasen a "la mesa donde los secan y les cortan el pelo de acuerdo con las instrucciones de su dueño", este podría referirles que en el país hay entre 15.000 y 30.000 víctimas de desapariciones forzosas, casi como Argentina bajo la dictadura militar. La Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (Asfaddes) considera que la Ley de Justicia y Paz no ha garantizado ni la paz, ni la justicia, ni la memoria. "Abundan las mentiras, las versiones que crean falsas esperanzas y, en general, el juego perverso con la suerte de las víctimas", dice Gloria Gómez, su directora.
Pero no conviene abusar de los compañeros domésticos, pues se trata, asegura El Espectador, de "perros y gatos muy exigentes que no logran manejar la tensión que les produce ir a la peluquería". Aun así, el amo podría añadir que el libro Veinte años de historia y lucha recoge nombres, testimonios y horrores de desapariciones, causadas en muchos casos por agentes del Estado. Entre ellos figuran varios miembros de Asfaddes que buscaban a otros desaparecidos en fosas comunes y prisiones.
La mascota ya está casi lista. "Entre seis y ocho camionetas recorren la ciudad atendiendo ocho perros cada día y uno que otro gato", proclama la noticia. Ahora hay que cepillarla y "recompensar su buen comportamiento con una galleta".
A lo mejor es posible robar aún varios minutos para leerle las crónicas sobre la miseria en que se hunden cientos de miles de desplazados. De este modo, perros y gatos no solo saldrán del PetMovil más perfumados y hermosos, sino con mayor conciencia social que sus dueños.

Daniel Samper Pizano





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